
Llego esta tarde ante ustedes a fin de interesar su benevolencia para las palabras que,
bien intencionadas, voy a tener el honor de dirigirles, así como para proclamar públicamente
mi total agradecimiento a esta centenaria Institución que me ha brindado la posibilidad de
tenerme por una de los suyos.
Lo hago dentro del respeto que ello supone y, como les digo, plena de gratitud a sus
miembros por haberme ofrecido este inmerecido galardón de tenerme como parte de su
Cuerpo Académico al ofrecérseme el nombramiento de Académica de Honor, gesto amable y
generoso del que no quiero quede desprendida esta gratitud que les refiero y del que, desde el
primer momento de mi intervención, Excelentísima Señora Directora, Excelentísimos e
Ilustrísimos Señores Académicos, me gustaría que quedara constancia de todo ello y que, con
mi mayor fervor, les quiero dejar expresado.
Y en estas primeras palabras, permítanme que haga un singular apartado de
agradecimiento a las inmerecidas palabras laudatorias que, sobre mis trabajos y sobre mi
persona, ha volcado con tanto afecto por su parte como tan inmerecidas virtudes por la mía, el
Excelentísimo Señor Don José Pedro Pérez-Llorca y Rodrigo, Académico de Número y
Académico Adjunto a la Dirección en Madrid donde, tantas otras muchas cosas, por otro lado,
le encomendamos los gaditanos a tan ilustre cosario que, de manera tan generosa y entregada,
ante la Villa y Corte de Madrid, se esfuerza por llevar a cabo con la mejor de sus
amabilidades y con el empeño de sus mejores gestiones.
Ni que decir tiene que soy consciente de que ese afecto que desde hace tantos año me
ha prodigado, como en los viejos vinos y en los hermosos sones de nuestro flamenco, es
también para esta recipiendaria como “de ida y vuelta”, dados los idénticos sentimientos que
por su persona y por sus trabajos siento yo misma desde hace tiempo ya.
Gracias, muchas gracias, notable Académico, gaditano de pro, querido amigo, Preclaro
Hijo Predilecto de esta ciudad y Padre de nuestra actual Constitución, por su favorecedora
visión de mi persona, por tan benévola y benéfica liberalidad de esas palabras que no merezco
y por traer, ante este ilustre auditorio, sus mejores argumentos en pro de esta modesta
Aparejadora que, un día, encontró su destino en esta maravillosa ciudad, recompensado por
esa gran oportunidad de abrir para ella las puertas de todo un vasto continente, o de la exótica
visión de unas maravillosas islas en el Oriente donde puede seguir usándose y sonar la vieja
lengua castellana, crisol de antiguos idiomas en el que bien han quedado mezclados en su
latino armazón, afianzado en sus griegos cimientos, el aderezo particular de los impetuosos
sones del árabe musulmán o las amorosas remembranzas de la lengua ladina de nuestros
compatriotas sefardíes y que, hoy, a cinco siglos vista del primer encuentro, siente, negocia,
canta o llora en un idéntico son en tan vasto continente como es América o aún se puede
encontrar en tan exóticas tierras como las que se asientan en el archipiélago filipino.
OPINIÓN: Se puede afirmar que este factor nos lleva a saber de las cosas que como cultura debemos conocer para poder estar actualizados con la correcta información
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